¿Alguna vez te han dicho que eres intensa?

¿Te han dicho alguna vez que eres intensa?
¿Que sientes demasiado, que hablas demasiado, que sueñas demasiado?

A mí me lo dijeron tantas veces…
Y por mucho tiempo me lo creí. Me llamé a mí misma demasiado.
Demasiado emocional.
Demasiado intensa.
Demasiado apasionada.
Demasiado ambiciosa.

Pero un día, me cansé.
Me cansé de pensar que mi energía era un defecto.
Y decidí resignificarlo.

Porque ser una mujer intensa no es una carga. Es un regalo.
Es ser una mujer que vive con todo el corazón.
Que ama profundamente. Que siente el mundo como si fuera fuego en la piel.
Es llorar cuando algo duele y reír a carcajadas cuando algo alegra el alma.
Es ver oportunidades en todo, buscar respuestas, leer, aprender, viajar, explorar.
Es tener hambre de vida.
Es querer más, y saber que mereces más.
Es mirar tus sueños de frente y caminar cada día hacia ellos, aunque a veces tiemblen las piernas.
Es querer sanar, crecer, transformarte… y aún así, agradecer cada instante del presente.

Ya no quiero huir de mi intensidad.
Hoy la abrazo como parte de mi luz.

Porque cuando esa energía se canaliza con conciencia, se convierte en algo magnético.
Hoy elijo ser una mujer intensa… pero desde el amor.
Desde el gozo.
Desde la libertad de ser exactamente quien soy.

Y algo mágico sucede cuando comienzas a aceptarte así, sin máscaras, sin filtros:
 Aparecen personas que aman tu intensidad.
Almas que no te piden que te apagues, sino que brillan contigo.
Personas que te miran desde el corazón, que te acompañan, te nutren y celebran cada parte de ti, incluso las más salvajes, las más sensibles, las más tuyas.

Y si tú también te has sentido muchas veces demasiado,
quiero recordarte esto:

No estás rota. Estás llena de vida.
Y eso, en este mundo que prefiere mujeres calladas y contenidas…
es un acto de valentía.

Bienvenida mujer valiente yo te celebro. 

Con amor,

Sandra Elisa