Mi valor no está en lo que doy hasta vaciarme, sino en cómo me sostengo sin traicionarme

Tal vez no lo notaste al principio.

Solo querías ayudar.

Estar ahí. Ser buena. Ser suficiente.

Y poco a poco te fuiste dando.

A todos.

Al trabajo. A la familia. A tus hijos. A tu pareja.

A quien lo necesitara.

Hasta que un día te diste cuenta de algo:

ya no quedaba nada para ti.

Porque diste tanto que te vaciaste.

Y lo hiciste con fuerza, con valentía, incluso con orgullo.

Te convertiste en la heroína del sacrificio glorificado.

La que siempre puede.

La que sostiene todo.

La que se rompe en silencio.

Y a la vez… espera que alguien vea ese esfuerzo y le diga:

“Gracias por todo lo que haces.”

“Quédate.”

“Te amo.”

Porque, aunque nadie lo diga en voz alta…

muchas veces damos tanto solo para que alguien nos vea.

Nos acepte.

Nos elija.

Nos ame.

Pero el amor que llega cuando ya te vaciaste, nunca llena.

Y no tienes que pagar con tu energía la pertenencia.

Tampoco con tu salud.

Ni con tu alegría.

Viniste a vivir desde el gozo, no desde la deuda.

Ejercicio de reflexión

Te invito a escribir, sin juicio:

1. ¿A quién le he estado dando más de lo que puedo, esperando que me vea, me acepte o me elija?

2. ¿Qué parte de mí cree que si no me sacrifico, no soy valiosa?

3. ¿Qué necesitaría para empezar a darme a mí… sin culpa?

Hazlo en voz baja o escríbelo en una hoja.

Deja que salga.

Ahí está el inicio de tu verdad.

Y cuando termines, pregúntate con amor:

¿Qué cambiaría si confío en mí lo suficiente como para sostenerme… sin vaciarme?

Porque eso es lo que realmente sana:

La confianza en ti.

Y eso es justo lo que estoy preparando…

Un master que transformará por completo tu relación con la confianza, contigo y con el mundo.

Muy pronto te contaré más.

Pero por ahora, quédate con esto:

Tú no estás sola.

Y no necesitas darlo todo para merecerlo todo.

Con amor,

Sandra Elisa

Panterita de colores